La superficie translúcida por Mario Fonseca

Modus operandi por Verónica Colodro

Planoabierto por Ismael Frigerio

South by Southeast por Daniela Rosenfeld


La superficie translúcida

Verónica Colodro transcribe en sus pinturas recientes los códigos intangibles de la pigmentación espacial, del trazo que perpendicular al plano se desglosa en punto y línea a ras de la tela. Lo suyo es el gesto que va del cuerpo al brazo a la mano para sobrevolar la superficie tersa hasta dejarse caer de súbito y dar vida, no muerte, a un territorio prístino y anhelante. Citando un texto de Henri Michaux, Colodro titula a esta serie Ideogramas. El ideograma es esencialmente un acuerdo entre una razón inmanente y su manifestación perceptible; acá, en su serie, la artista alcanza el equilibrio en tensión que le confiere pertinencia al término pero, a su vez, libera los énfasis que le dan intensa expresividad a cada cuadro, en un ejercicio donde la pauta subyace en el inconciente para permitir que la intuición surja de las cisuras de la mente. Mas, ¿de dónde proviene todo esto, cómo ha llegado Verónica Colodro a tajante y asertiva soltura?

La pintura de Verónica Colodro ha sido, desde sus inicios, de corte expresivo y gestual. Sus primeras obras, después de su formación en Boston, Estados Unidos, muestran su tendencia a resolver la escena, la figura o, muy pronto y hasta los últimos trabajos, la superficie del soporte, desde el trazo directo sobre la tela o el papel, ya sea con óleo, acrílico, tinta o incluso con pasta y trozos de materia, incorporando el collage. En esa paradoja que sustenta a la vez que conflictúa la pintura, Colodro ha formulado peregrinamente espacios y volúmenes allí donde sólo existe un plano bidimensional. Sus cuerpos iniciales son dramáticos, sostenidos apenas en la punta de los pies y captados en torsiones improbables que exacerban la estabilidad, produciendo una ansiedad irremontable. Cuando en otras telas de fines de los 90 e inicios del 2000 incursiona con más diligencia en el espacio, lo hace persiguiendo la profundidad de campo, abriendo puertas para acceder al fondo de recintos inopinados e instalar la eminencia de los artefactos sanitarios, del lavaplatos y sus contenidos por lo general atiborrados, sobre los cuales irrumpe más tarde para desvelar en primerísimos planos las volubilidades formales que los identifican a la vez que los desintegran. Está a un paso de liberarse de la representación en pos de una expresión directamente pictórica, pero esta síntesis se resiste a su voluntad, los objetos perseveran en su instinto de supervivencia sin reconocer que finalmente no son más que volumen y color expuestos a la vista del pintor. Un ejercicio con el artista visual Eugenio Dittborn, en que éste le sugiere componer escenas con papeles recortados, resulta entonces determinante para su incorporación en la abstracción pura, territorio en el cual trabaja invariablemente desde mediados de la década del 2000.

En sus primeras pinturas abstractas Verónica Colodro desarrolla composiciones contenidas, con dos o tres formas protagónicas, en las cuales no obstante empieza a emancipar los contornos, transfiriéndoles una latencia que las vivifica. Estos gestos iniciales los traslada luego directamente al fondo con trazos informes que contrastan con los planos protagónicos, abriendo así la discusión a todo el formato. Muy pronto sus telas se convierten en escenarios de batallas pictóricas sobre superficies de dimensiones cada vez mayores en las que el soporte empieza finalmente a perder su palpabilidad para volverse espacial, y donde el rigor del blanco y negro contribuye a intensificar los conflictos. Las emociones de la apertura a este nuevo lenguaje se combinan acá con las vivencias de la artista, oscuras y difíciles entonces. Hasta que trasciende la circunstancia y le abre lugar a la línea y al color. Se suceden entonces sus pinturas de signos y tachaduras, manchas ambarinas y superficies húmedas, sobre fondos preeminentemente claros que se hacen dúctiles a la densidad o la soltura de las inserciones. Son pinturas en que la artista parece seducida, sin ser conciente, por los argumentos de Wols y Michaux, Zao Wou-Ki y otros abstractos europeos, y en cuya evolución va completando una gramática personal de amplios recursos expresivos, la que se manifiesta de manera culminante en la serie Nodos de los años 2007-2008.

La experimentación permanente de inspiración poética caracteriza el trabajo de Verónica Colodro. Cronológicamente, Nodos antecede a la serie Rainbow (2009-2010), que antecede a su vez a la serie Ideogramas aludida al comienzo de este texto. Sin embargo, es en Rainbow donde el proceso que viene siguiendo la artista desde su incursión en la pintura abstracta sufre un giro radical. Se trata de un cambio que involucra los formatos, para incluir pinturas de 2,40 y hasta 2,75 metros en su lado mayor, y también el modo de pintar, ahora girando alrededor de la tela puesta en el suelo, y asimismo la utilización de colores puros diseminados en grandes superficies, más el uso eventual de pasta gris como presencia matérica en contrapunto con la pintura. Es un corte que alude experiencia al tiempo que sugiere versatilidad ilimitada, que trasunta madurez pero también espontaneidad y frescura, que se suma a una trayectoria pero que es también capaz de empezarla de cero. Porque en Rainbow surge un lenguaje tan inédito en Colodro como original en este campo renovado de las artes plásticas actuales, la pintura abstracta. Y en lo pertinente a la artista, Rainbow transparenta finalmente su sensibilidad, su intimidad diáfana e intensa, esparcida en una docena de pinturas donde la duda coincide con la asertividad y el temblor de la razón se afirma en las certezas del alma. Hasta dar paso a las primeras obras de la serie Ideogramas.

Mario Fonseca
Santiago, junio de 2011



Modus Operandi

Siempre tuve facilidad con el dibujo. En miépoca de escuela (Boston, 1980-85) dibujé mucho, con modelos y referentes que yo elegía de mi alrededor; figuras humanas, naturalezas muertas, naturaleza en general. Aprendí cuando entendí que la única manera de dibujar es conectando puntos ubicados dentro o fuera del modelo en cuestión; al unir estos puntos con líneas o manchas se puede construir lo que sea‚ Así es necesario levantar la arquitectura del lugar donde se sitúa la figura. Trabajé también con música, con el gesto y el movimiento dentro de los lugares, espacios, interiores que elegía. Mis referentes fueron varios y simples: baños, cocinas, techumbres, flores, manzanas, cuerpos, rostros y más.

Hoy día cuando observo mis trabajos en un orden histórico puedo entender el proceso esencial que seguí en la pintura. Lo entiendo y a la vez vuelvo a aprender algo nuevo.

El tiempo ha sido otro elemento clave de mi trabajo. Por ejemplo, la figura humana en movimiento fue una herramienta importante para ejercitar la velocidad con la que trabajo actualmente, sea dibujando o pintando.

No obstante haber partido desde lo figurativo, admiraba la abstracción y deseaba profundamente poder hacer el cambio entre un modelo dado, copiado de lo exterior, y crear mis propios modelos, mi propio orden y mis herramientas para desarrollarlo. Esta aspiración, que en un momento devino en una crisis de desgano general (2003), me llevó a acercarme a quien fue un guía importante en mi obra actual, Eugenio Dittborn. Comprendiendo los motivos de mi desazón me dio la siguiente tarea: "Recorta papeles de revistas, diarios, papeles de colores, en formas y tamaños que te gusten. Tráeme tres composiciones hechas con esos recortes pegándolas sobre una base rígida, formato libre". Fue así como salí del mundo figurativo, cambié de herramientas, abandoné el óleo, incorporé la esponja, el dremel y los timbres.

No sólo pinto con la tela contra el muro, el piso también me sirve de respaldo y me permite además mirar mi trabajo desde sus cuatro lados. Es decir, puedo caminar alrededor de la tela distanciándome de toda semejanza con la realidad.

Lo primero que uno busca en una obra es un patrón reconocible, una figura humana, una casa, un pájaro etc. Mi propósito es por ahora desechar todo eso y concentrarme en lo que provoca una línea a otra, un color a otro color, la densidad a la liviandad. La composición la construyo marcando previamente puntos clave en la tela; a través de esas marcas las distintas intervenciones que voy realizando se ordenan, esto me ha permitido crear un método de trabajo propio.

Verónica Colodro



Planoabierto

No nos debemos dejar engañar por la superficie, ya que en ella se extienden, desde que se le da muerte al blanco, las más ricas y profundas inquietudes, los más engañosos pensamientos, las fantasías menos débiles, las más crudas tentaciones, los supuestos más abstractos y las ideas más concretas. Lo que sucede en ese plano abierto, crudo y blanco, desde la primera mancha que cae sobre él, finalmente se vuelve ley.

Entonces se legisla un mundo nuevo que a su vez tiene todas las impurezas del creador y las perfecciones que éstas conllevan. Así en cada oportunidad que se nos presenta un plano abierto nacen nuevas leyes en el tratado con él, de modo que cada plano contiene un nuevo mundo y así sucesivamente, una y otra vez. De esa manera la ley de la pintura va generando nuevos órdenes, nuevos universos, nuevas ideas, y mientras ese plano crudo y abierto vuelva a ser habitado desde la pintura, ella continuará eternamente siendo la médula de lo que sucede en las artes visuales.

(……)

Verónica Colodro: gesto medido y mínimo
Desde lo más simple a lo más complejo se maneja el gesto de esta artista en el plano que ha decidido intervenir, y a pesar de la relación con aquel poético y desgarrador principio que nace en la obra abstracta de los años cincuenta en Nueva York, éste contiene el paso de los años y en especial aquéllos en que hubo la ilusión de derrotar a la pintura. Entonces el gesto que se pasea desde las pastas más espesas a las aguadas más delgadas y transparentes de la pintura contiene en su acto un nuevo conocimiento en el trato de la tela, el que viene impregnado por el conocimiento adquirido en la defensa de la pintura y en el nuevo uso que se hace de ella. Esta nueva ley se detiene cuando la mancha es herida por la incisión gráfica del carbón, en nuevos valores de negro que se distinguen al ojo por lo árido y seco de este material, a diferencia del aceite. Así el negro mineral a modo de daga se templa en un gesto para solidificarse en la expresión de estas obras, que se miden entre lo opaco del blanco y la profundidad de las sombras.

Ismael Frigerio

Planoabierto
Galería V.A.L.A.
Santiago, octubre 2005



South by Southeast

"South by Southeast - Five Women Artists from Chile" ("Sur por Sureste - Cinco Artistas Mujeres de Chile") reúne el trabajo de Rosalind Burns, Verónica Colodro, Sandra Guiloff, Mary Harrison y Daniela Montecinos. Cinco visiones, diversas como la geografía de su país. En 1992 se juntaron en Santiago, en lo que derivó en una serie de encuentros y discusiones sobre sus obras, sobre ser pintoras en una esquina del mundo donde la vida ha sido marcada irrevocablemente por la presencia de fronteras –los elevados Andes, el Pacífico inconmensurable, el Atacama prohibitivo, la insondable Antártica–. Es una tierra donde los terremotos lo hacen todo incierto y provisorio, donde encontrar una roca inamovible bajo los pies se convierte en una compulsión diaria; un país convaleciente de heridas y cicatrices de conflictos políticos; un lugar donde los sueños y las pesadillas han logrado emerger a la luz del día, más allá de las montañas, el océano, el hielo y el desierto; donde ser artista es un incierto desafío de supervivencia.

La obra de estas cinco artistas representa sus búsquedas individuales, su declaración de independencia del "mundo del arte" convencional, y su compromiso con la pintura como un lenguaje contemporáneo viable. Con sus diversos acercamientos, cada una busca las frases particulares con las cuales sus pinturas puedan hablar a los demás. Es esta urgencia de comunicación lo que las hace reunirse de nuevo para exhibir juntas su trabajo en Washington DC, como artistas, como mujeres, como colegas.

(……)

Oscilando entre representación y abstracción, la obra de Verónica Colodro es un pretexto para registrar la experiencia pictórica. No obstante, el rol central de su pintura está organizado definitivamente por elementos arquitectónicos y por una clara y delimitada geometría espacial en la cual aparecen y reaparecen misteriosos habitantes. Lo que está claramente establecido es una seria reflexión sobre nuestra relación con nuestro entorno y con nosotros mismos. Aquí yace el vértex de la pintura de Colodro: en cómo la artista cuestiona, con su propia iconografía, su relación con el espacio.

Daniela Rosenfeld

South by Southeast - Five Women Artists from Chile
505 Gallery
Washington DC, septiembre 1998